Me gustan los niños… limpitos, calladitos y con sus papis cerca, para devolvérselos en cuanto empiecen a ponerse llorones o pesados. Qué se le va a hacer, si soy de los que cree que la Historia ha sido injusta con Herodes. Vale: yo también fui niño, ya tendré hijos… y todos los tópicos que me sueltan cuando confieso que no me enternecen esas máquinas de pedir, de gritar y de preocuparnos. Pero no me gustan.
Y sí, ha llegado un punto en el que mi falta de instinto de la preservación de la especie me ha preocupado y he decidido mirármelo. Jorge, mi psiquiatra, me dijo algo así como “Che, vit-te, vos tenés un compleho de Edipo que no te deha superar la fase oral y hase que veás al ret-to de los piiibes como competensia por el amor de tu madre…”
En cuanto me explicó qué era eso del complejo de Edipo, decidí que me cambiaba de profesional y que mi madre es lo suficientemente sagrada como para retirarle la palabra a Jorge. Y me fui con otro profesional más fiable: Pedro, mi barman de cabecera.
La palabra precisa
Desde luego, no hay como recurrir a la persona adecuada: entre copa y copa, Pedro me dijo que lo que me pasaba es que sentía envidia de los niños de hoy en día. Además de todos los mimos y todas las protecciones del mundo, disfrutan de una serie de cosas que cuando nosotros teníamos su edad eran ciencia ficción.
El barero me aconsejó que, si quería superar ese rencor hacia quien aún no haya cumplido los doce años, debería someterme a un tratamiento de choque. La idea era investigar y ver cuántas cosas se han creado para los pequeños, cuánto tienen a su disposición para aprender, divertirse, descubrir y disfrutar de la vida. De esta forma, a fuerza verlo, se me haría normal y la envidia desaparecería. Un sabio, Pedro.
¿Qué no tienen?
El caso es que me dio una dirección web en la que había encargado los llaveros del “Pedro’s café” que tan buena acogida estaban teniendo por el barrio. Una página dedicada al regalo de empresa con una muy bien surtida sección de detalles para niños… ¿Por qué, Pedro, por qué lo hiciste? Casi hubiera preferido la terapia del tal Edipo… Pero ya era tarde.
Junto con regalos que ya conocía, como material escolar, llaveros o yoyos, quien quiera ofrecer un detalle con el nombre de su empresa –o personalizado de la forma que sea- y que este acabe en las manos de un niño, tiene en esta página la más amplia de las ofertas.
Desde imanes de nevera con motivos infantiles hasta cepillos de dientes, pasando llamativas botellas, huchas o combas. Todo ello con espacio reservado para incluir el nombre y logo de una empresa o cualquier otro mensaje que podamos imaginar. Y todo ello a unos precios escandalosos.
Gran precio y servicio
En dos o tres semanas, y tras haber pagado de la forma más sencilla, nos llega el paquete a donde lo hayamos solicitado, de modo que, además de gastarnos muy poquito, el esfuerzo de la compra se reduce a elegir lo que queremos…
… Creo que ya sé lo que ocurre: no es que los niños tengan de todo, sino que los mayores tenemos demasiado fácil que tengan de todo a cambio de hacerles llevar nuestra publicidad en sus manos. Y yo que creía que la culpa era de los peques… Un sabio, este Pedro.