Muchas veces los adultos se comportan como si ya lo supieran todo y no pudiesen aprender nada de sus hijos. Nada más lejos de la realidad, la sabiduría vital de los niños es infinita. Por ello, anímate a descubrir y a apreciar todo aquello que tu hijo puede enseñarte:
1. En primer lugar, los niños viven el presente, fluyen al compás del momento. Algo excelente a nivel emocional. Los adultos, por el contrario, muchas veces pierden gran parte del tiempo en pensar en el pasado o en el futuro, perdiendo de vista que no hay nada mejor que el ahora.
2. Por otra parte, los niños también son expertos en improvisar. La vida es eso: improvisación. No de una forma absoluta pero sí relativa. En cambio, existen adultos que programan todo hasta el más mínimo detalle, personas que sienten ansiedad ante un plan inesperado y divertido.
3. Tu hijo puede ayudarte a vivir sin tantos prejuicios. Los niños no juzgan la realidad con la misma perspectiva que los adultos. Y esta limpieza en la forma de mirar la realidad es excelente para poder vivir con más apertura mental.
4. Un niño puede enseñarte que las cosas más importantes son las más pequeñas de la vida: un buen desayuno, un rato de ocio viendo la televisión, un paseo familiar…
5. Además, un niño muestra con su ejemplo una lección de vida: aprende a vivir el día a día. Este punto resulta de lo más gratificante, por ello, no hagas planes importantes más allá de esta semana, no pospongas cosas que puedes hacer hoy.
6. Un niño tiene una curiosidad sana, por ello, hace preguntas. Por tanto, no mates tu inquietud por saber más cosas y ser mejor persona.
Los niños tienen la mirada inocente pero está claro que dentro de ti todavía reside ese niño interior al que puedes alimentar a través del pensamiento positivo, la fuerza de voluntad, la alegría y la ilusión.
En ocasiones, en el arte de ser feliz, se trata de desaprender hábitos adquiridos que no son positivos. ¿Qué has aprendido tú de los niños?